Cuando piensas en Bratislava, seguramente te viene a la cabeza su imponente castillo, el sinuoso Danubio o las calles medievales de su casco antiguo. A pesar de que todos esos lugares son fascinantes, Bratislava tiene algo que, para mí, la hace verdaderamente única y especial: sus esculturas.
Aquí las estatuas no solo rinden homenaje a reyes y grandes héroes, sino que son un tributo a ciudadanos comunes con una historia extraordinaria que la ciudad no ha querido olvidar.
Si quieres descubrir quiénes fueron estas personas y por qué Bratislava nunca quiso olvidarlas, sigue leyendo.
1. Schöne Náci, el vagabundo más elegante de Bratislava
En la esquina de la plaza Hlavné Námestie, justo al lado del histórico Café Mayer, te espera una de las estatuas más queridas y fotografiadas de Bratislava: la de Schöne Náci. Esta figura plateada representa a Ignác Lamár, un hombre que vivió en la ciudad y al que todos conocían con cariño como el “Bello Ignacio”.
Aunque llevaba una vida muy humilde y dependía de la caridad, Ignác Lamár siempre vestía de forma impecable con su sombrero de copa, traje y abrigo de cola, como si en ese preciso momento fuese a marcharse a la ópera.
Solía pasear por estas calles saludando cortésmente, especialmente a las mujeres, a las que, inclinando la cabeza, siempre les decía “Ruky bozkávam” —en español sería algo así como “le beso la mano”. Su amabilidad lo convirtió en un personaje muy querido por los habitantes de Bratislava.
Con el paso del tiempo, surgieron muchas leyendas en torno a su vida: algunos decían que perdió la razón tras un desengaño amoroso; otros, que simplemente seguía los pasos de su abuelo, que fue payaso. Lo que sí es cierto es que Ignác Lamár falleció de tuberculosis en 1967, y su cuerpo fue trasladado al cementerio de Bratislava. En su lápida se puede leer su frase más célebre: “Ruky bozkávam”.
👉 Tip viajero: La tradición local cuenta que si te haces una foto bajo su brillante sombrero de copa, aseguras tu regreso a Bratislava. Una excusa perfecta para inmortalizar tu visita a la ciudad con este personaje tan querido y recordado.
2. El Soldado de Napoleón
Otro de los personajes que Bratislava no ha querido olvidar es Johann Evangelista Hubert, más conocido por todos como «el soldado de Napoleón». Te prometo que su vida es tan fascinante que podría ser el guion de una película de Hollywood.
Todo comenzó en el verano de 1809. Las tropas de Napoleón Bonaparte marchaban por Europa, y en su paso por Bratislava (entonces conocida como Pressburg), el joven soldado Hubert resultó herido. Fue ingresado en un hospital militar y, durante su recuperación, conoció a Pauline, una encantadora enfermera de la que se enamoró perdidamente. Su amor fue tan fuerte que, en lugar de regresar a su natal Francia, Hubert decidió quedarse en Bratislava para casarse con ella.
Pero la historia no termina ahí. Hubert era originario de la región francesa de Champagne, y pronto se dio cuenta de la gran calidad de las uvas en los Cárpatos. Con su conocimiento y espíritu emprendedor, decidió probar suerte. En 1825, fundó su propia compañía y se dedicó a elaborar vino espumoso. Su «champagne» pronto se convirtió en un éxito rotundo, ganando premios y el aplauso de todos. Hoy, la marca de vino espumoso Hubert J.E. es la más famosa y vendida de Eslovaquia, y su legado sigue vivo.
Durante mi visita a Bratislava, la estatua de este soldado de Napoleón estaba en reparación y no pude verla, pero si tú estás pensando en visitar la ciudad y quieres hacerte un selfie con el hombre que cambió las armas por las botellas y la guerra por el amor, deberás ir a la calle Ventúrska.
3. CUMIL, el hombre que asoma por la alcantarilla
En el corazón de la Ciudad Vieja de Bratislava, en el cruce de las calles Laurinská y Panská, te encontrarás con el personaje más fotografiado de la ciudad: Čumil. Esta simpática estatua de un obrero asomando la cabeza por una alcantarilla no pertenece a ningún ciudadano real, pero se ha convertido en un icono indiscutible de la ciudad. Nadie puede resistirse a llevarse una foto con él.
Su nombre, Čumil, significa «el mirón», y su pose ha generado un divertido misterio local. Parte de su encanto es que nadie sabe exactamente qué está haciendo. Los locales bromean sobre las posibles razones de su inusual posición: ¿simplemente descansa de su labor, cotillea a los transeúntes o, con un toque de picardía, espía debajo de las faldas de las chicas? El enigma es parte de la magia, pero me gustaría saber tu opinión sobre lo que hace…
A pesar de que los viajeros adoran a Čumil, los vehículos a veces no lo ven. Por eso han colocado una señal de advertencia con la frase «Man at Work» («Hombre trabajando») para evitar accidentes, un detalle que le añade un toque aún más divertido a su historia.
👉 Tip viajero: Al igual que muchas de las estatuas que alegran las calles de Bratislava, la estatua de Čumil fue instalada en 1997 como parte de un proyecto para revitalizar el centro histórico. Su artista, Viktor Hulík, creó a Čumil para aportar un toque de humor y sorpresa en las calles de la ciudad.
4. La pequeña Campanilla
A orillas del Danubio, en el paseo que te lleva al embarcadero para coger el barco a Devín, me encontré con una escultura que me recordó a la Campanilla de Peter Pan. Pero su verdadera historia no tiene nada que ver con los cuentos ni las hadas. Es una de las historias más reales, tristes y conmovedoras de toda Bratislava.
Valentina, a quien cariñosamente llamaban Tinka, con solo 10 años perdió la batalla contra la leucemia. Para honrarla, su padre, un hombre anónimo, encargó la escultura a tamaño real a un artista italiano y la donó a la ciudad en 2010. Quería que fuera un memorial no solo en recuerdo de su hija, sino de todos los niños que tampoco habían superado la enfermedad, y que viviera para siempre en un lugar lleno de luz.
Lamentablemente, existen personas que no respetan absolutamente nada, y esta pequeña Campanilla ha tenido episodios difíciles. Fue robada y despiezada en 2011, pero el padre de Valentina la recuperó y restauró. Nuevamente fue vandalizada, y de nuevo el padre cubrió los gastos para reinstalarla.
Su inquebrantable amor por su hija se refleja en su compromiso para que el memorial siga en pie, recordándonos que las historias más bonitas no son siempre las más felices, sino las que están hechas de un amor incondicional.
5. Hans Christian Andersen en Bratislava
Los que me conocéis desde hace tiempo sabéis que una de las cosas que más me gustan en el mundo son los cuentos y las leyendas. Por eso, en mi visita a Bratislava no podía faltar una parada en la escultura de uno de mis cuentistas favoritos: Hans Christian Andersen.
Esta escultura no es solo un homenaje al escritor, sino un recordatorio de la profunda conexión que Andersen tuvo con esta ciudad, a la que llamó “una ciudad de cuento” cuando la visitó en 1841.
Si quieres visitar al escritor, debes ir a la calle de nombre casi impronunciable: Hviezdoslavovo námestie.
👉 Tip viajero: se rumorea que en las calles de Bratislava, Andersen encontró la inspiración para dos de sus obras más famosas y queridas: «El patito feo» y «La pequeña cerillera».
6. Boroska, la bruja de Bratislava
Si subes la colina que te lleva al Castillo de Bratislava, te encontrarás con la extraña estatua de una mujer con cuervos: Boroska.
Boroska significa «bruja» en eslovaco, y es la forma en la que Bratislava decide no olvidar a todas las mujeres que, durante la Inquisición, fueron acusadas de brujería y arrojadas al Danubio.
Bratislava no solo se recorre con los pies, también nos habla a través de sus estatuas que susurran historia, leyenda o recuerdos que merece no ser olvidados.
Espero que este paseo por las esculturas más queridas de Bratislava te haya inspirado y si ya estás planeando tu viaje, tengo más recomendaciones que no te puedes perder.
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Gracias por llegar hasta aquí y por dejarte llevar conmigo por las calles llenas de historia y magia de esta ciudad. Si este artículo te ha gustado, compártelo con otros viajeros y cuéntame en los comentarios:
¿Cuál de estas estatuas te gustaría conocer primero?
Nos vemos en el próximo destino.
¡Feliz viaje!
